Cada 23 de julio, el mundo vuelve la mirada hacia los océanos para conmemorar el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines, una jornada que, lejos de celebraciones, busca generar conciencia sobre los múltiples peligros que enfrentan estas especies.
La efeméride fue instaurada por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) como una respuesta a décadas de pesca comercial intensiva que llevó a muchas poblaciones de ballenas al borde de la extinción. La moratoria global impulsada por el organismo ha sido clave para su supervivencia, evitando la desaparición de millones de ejemplares.
A día de hoy, ballenas y delfines siguen enfrentando amenazas como la captura incidental en redes de pesca, la caza furtiva encubierta bajo fines “científicos”, la contaminación acústica provocada por el tráfico marítimo, los desechos químicos en el mar y el avance del cambio climático que altera sus rutas migratorias y fuentes de alimento.
La jornada busca reforzar el mensaje de que la conservación de los cetáceos es una tarea vigente. A pesar de los avances, las amenazas persisten.