Editorial
Por Abelardo Caroca , 6 de mayo de 2025 | 16:50Día de la Madre

Seremos siempre testigos de su amor, reflejándolo en nuestra forma de amar, en la manera en que cuidamos a otros, en el respeto con el que enfrentamos la vida.
Hay un vínculo que trasciende el tiempo y la distancia, una conexión que ni la ausencia ni los años pueden borrar: el lazo entre un hijo y su madre. Desde el instante en que nos entrega el ser, nos envuelve en una historia de amor y entrega que se graba en lo más profundo de nuestra esencia.
Para muchos, tenerla viva es un regalo cotidiano, una fuente inagotable de consejos, de regaños amorosos y de abrazos que curan. Su voz, como un refugio, nos guía incluso en la adultez, recordándonos que siempre hay un lugar donde somos comprendidos sin condiciones. Pero también están aquellos que han debido aprender a vivir con su recuerdo, con su ausencia física que, lejos de borrar su presencia, la transforma en una fuerza silenciosa que nos sigue acompañando en cada paso.
Independiente de los años compartidos, de las diferencias, de los aciertos y errores, hay una certeza que jamás podrá cambiar: ella nos dio el ser. Y en ese acto, nos dejó el legado más grande, el que ni el tiempo ni la muerte pueden arrebatar. Seremos siempre testigos de su amor, reflejándolo en nuestra forma de amar, en la manera en que cuidamos a otros, en el respeto con el que enfrentamos la vida.
Madre, origen y eternidad. Su existencia no solo marcó el comienzo de la nuestra, sino que, de alguna manera, nos sigue sosteniendo, incluso cuando ya no está a nuestro lado.
Estando próximos a un nuevo Día de la Madre, aprovecha de ir a saludarla, darle un gran abrazo y un beso de agradecimiento infinito. O tómate unos minutos de reflexión para recordar todos esos momentos que tuviste junto a ella. Es una forma de homenajearla un poco más que en el día a día.
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